Marilia Monzón realizó su debut oscense en la sala oscense El Veintiuno
OPERACIÓN TRIUNFO ha sido siempre un formato televisivo tan popular como discutido. Un programa que ha generado muchas estrellas de la música, pero también algunos juguetes rotos. Y entre toda la maleza de OT han surgido a veces algunas flores raras, que han logrado hacer una carrera interesante más allá del aspecto comercial.
Entre ellas está Marilia Monzón, una canaria de Gáldar que, como ella misma dijo en su actuación del sábado en El Veintiuno -en su debut en Huesca-, ha decidido, tras participar en el famoso concurso en su edición de 2018, crear lejos del ruido, transitar caminos de tierra fuera de las autopistas.
Marilia Monzón pertenece a esa nueva generación de cantautoras que, como la mexicana Silvana Estrada, parecen reivindicar desde una perspectiva contemporánea el legado de mujeres como la chilena Violeta Parra o la argentina Leda Valladares.
Posee, además, una voz muy hermosa, a la que perjudica quizá su excesiva tendencia al requiebro y al gorgorito (¿vestigios de OT?), lo que por otro lado impide en muchas ocasiones entender bien las letras de sus, en todo caso, atractivas canciones. Su voz es excelente, pero probablemente necesita un poco de contención.
Ante un público escaso, pero muy atento, salió al escenario rodeada de un grupo de brillantes músicos: Pablo Seijas (guitarra acústica), Julián Seijas (bajo), Nico Vieites (guitarra eléctrica), Mai Prieto (violín y teclado) y un batería que sustituía al previsto Adrián Seijas.
Inició su actuación con Quiéreme libre, un tema con aire de vidalita, influido por el folclore andino, que se incluye en su primer álbum, Prenderé una velita, que ha sido producido por Juanma Latorre, guitarrista y teclista de Vetusta Morla. Disco que repasó en su actuación casi al completo.
Con ese pandero cuadrado al estilo de Peñaparda -que es cada vez más habitual en el mundo del folk- interpretó otro tema en esa misma onda latinoamericana, Semilla, al que siguió después Trazando rutas, canción que editó como single en 2020 y que, al igual que el siguiente tema, el precioso Brindando por ti, es una balada con aires de bolero pop.
Para animar la velada, interpretó más tarde la chacarera La marea, que sonó con un cierto toque psicodélico, y la cumbia Selva, uno de sus hits, que en el disco posee un leve aire de reguetón y que el público coreó a pleno pulmón.
Tras otra chacarera, A las niñas, Marilia Monzón anunció que el 28 de julio estaría en el festival Pirineos Sur compartiendo escenario con Mon Laferte, y dio paso a dos canciones nuevas que todavía no tenían título, La primera, con el título provisional de su primera frase, Hay un fuego prendido entre tú y yo, habla de incendios amorosos y la interpretó en solitario, acompañada sólo por su guitarra eléctrica.
La segunda comienza como una emotiva balada que después se abre al folclore andino (con pandero y con pizzicato en el violín), y en la que reclamó el apoyo del público para que cantara Con ella.
Llegó el momento entonces de su canción favorita -y la de este cronista-, la maravillosa Tranquilo, mi corazón, conducida por un hipnótico efecto electrónico que le confiere un aire de futurismo latino. Después interpretó Lo que guardo, una emocionante e intensa balada en la que estuvo acompañada únicamente por la guitarra eléctrica, con Nico Vieites introduciendo momentos noisies.
El final de la actuación llegó con dos de sus temas más populares, Bailo conmigo misma, y la que da título al disco, la magnífica Prenderé una velita, que de nuevo remite a su referencia principal: el folclore latinoamericano.
El público reclamó un bis y, como dijo no tener más repertorio, volvió a interpretar la cumbia Selva, que acabó por dejar al público plenamente satisfecho. Una actuación con la que, por otro lado, se clausuraba la presente temporada de El Veintiuno.
Texto: Luis Lles
Fuente: Diario del AltoAragón