El trío gallego Grande Amore puso patas arriba la sala oscense El Veintiuno
El 28 de octubre de 2022, en la Sala Edén, hacía su debut en la capital oscense Grande Amore en el marco de la penúltima edición del festival Periferias. Ya entonces el gallego Nuno Pico (carismático líder del proyecto Grande Amore) revolucionó la sala con su contundente y abrasiva mezcla de EBM (electronic body music) y punk, como si se tratara del fruto de la colaboración entre DAF y Siniestro Total. Un híbrido de electrónica oscura y palpitante y retranca punki a la gallega. Una mezcla de años 70 y 80 aderezada con toda la carga actual del siglo XXI.
Aquella vez, Nuno Pico estuvo respaldado únicamente por María Gallego, más conocida como mariagrep -nombre con el que también realiza su propia música-, que estuvo a cargo de las bases. Ella también le acompañó el pasado viernes en El Veintiuno, en su segunda visita a Huesca. Pero esta vez contó además con la presencia de Clara Redondo, en la guitarra y bases electrónicas. Y lo cierto es que los tres forman un equipo sólido y rotundo.
En aquella ocasión Nuno vistió una camiseta de Los Suaves, y esta vez fue María quien se enfundó la camiseta del mítico grupo gallego, mientras él se puso una de la Sociedad Deportiva Huesca, demostrando así su tremenda y probada empatía.
Grande Amore, que es también el título de una canción de Il Volo, es una verdadera máquina de reciclar todos aquellos sonidos sintéticos de los años 80, llámense EBM, new beat, cold wave o, sobre todo, electropunk, que son adobados con unas letras a caballo entre el costumbrismo y el surrealismo.
Y Nuno Pico ejerce de macarrilla simpático que, de forma sorprendente, es capaz de transformar una música oscura y malrollista como la que practica en puro buen rollo y empatía, mostrando en todo momento su cercanía y su conexión absoluta con el público, que no dejó de jalearle a lo largo de toda su actuación.
La velada se inició con una interpretación a palo seco, acompañado sólo por las palmas, de Otro pirulo, tema de uno de sus ídolos, Manolo Kabezabolo, quien por cierto apareció en la Sala Edén el día de su actuación en Periferias.
Pero allí se acabó la parte orgánica de la noche, porque inmediatamente después comenzó a sonar el ronroneante e hipnótico ritmo electrónico a lo Suicide de Jorge Martínez, cásate conmigo (porfa) y ya no cesaría hasta el final. Por cierto, más adelante rendiría tributo al líder de los Ilegales.
Continuó después alternando los temas de sus dos álbumes, Grande Amore y II. Y así es como fueron cayendo el rock & roll de quinta generación de Indo pa Cristo, el vigoroso Fumando espero (muy en la onda de los geniales DAF), Anos 20 o el puro electropunk de Pelea.
A la esencia tan ochentera de Vémonos no baño (que evoca poderosamente a la Tubeway Army de Gary Numan) le sucedió otra dosis de electropunk con Lucía Hidalgo (uno de sus temas en colaboración con Mundo Prestigio) y ese arrollador y trepidante Onde ela me quer levar que recuerda tanto a los maravillosos Sigue Sigue Sputnik, a los que alguna vez habrá que reivindicar.
Y si en su primera visita se marcaron una potentísima revisión de Ciutat podrida de La Banda Trapera del Río (su líder, Morfi Grei, falleció hace poco), esta vez eligió hacer el Maldita sea mi suerte de sus paisanos Los Suaves, en una revisión hipervitaminada en la estela del punk digital de Atari Teenage Riot, el proyecto de Alec Empire.
Ya en la recta final sonaron Ben sabe Dios que o intentei y Papando/Mundo Nuno. Y a punto de terminar el concierto tuvo el detalle de dedicar la siguiente canción (y de paso, todo el concierto) al festival Periferias que le acogió la primera vez, ante el alborozo de un público entusiasta, y extendió su agradecimiento a El Veintiuno.
Así es como acometió uno de sus mejores temas, Do meu corpo van nacer outros corpos, con su ritmo obsesivo compulsivo, en un acto de resistencia ante la cancelación del festival oscense.
Rubricó su actuación con Eu son a noite, tema que comienza con una atmósfera tenebrosa para después derivar hacia la cold wave y una cierta evocación de Joy Division.
Pero, por supuesto, ante un público totalmente entregado, llegó la reclamada propina, que se inició con una nueva versión, esta vez de El norte está lleno de frío de los Ilegales, aunque en una relectura a lo Suicide.
El momento culminante fue la interpretación del que quizá sea su tema más conocido, el poderoso Esta pena que a veces teño (muy en conexión con DAF), durante el cual el público armó un jubiloso pogo mientras Nuno practicaba el stage diving.
Y el vibrante techno-rock de Vamos enchernos (e vamos falar de cousas) puso el punto final a esta revuelta electropunk que dejó a todo el mundo plenamente satisfecho y puso patas arriba El Veintiuno.
Texto: Luis Lles
Fuente: Diario del AltoAragón